Mientras el ministro de Salud de Chile, Jaime Máñalich, reconoció este martes que fallaron sus modelos sobre cómo controlar la propagación del coronavirus –los contagios se acercan a 80 mil, con más de 800 muertos–, la promesa del presidente Sebastián Piñera de entregar 2.5 millones de cajas con víveres a los hogares más pobres se convirtió, por improvisada, en un endemoniado problema logístico que sólo consigue alimentar la desesperación y la ira en las barriadas de Santiago, con cientos y cientos de vecinos protestando en las calles.
(Aldo Anfossi – La Jornada) Chile – El jefe del gobierno regional de Santiago, Felipe Guevara, puesto al frente de la distribución tras la ocurrencia de Piñera el pasado día 17, reconoció este martes que apenas la semana pasada se compraron las primeras 500 mil cajas. Guevara, quien definió como un tema de metas y no de plazos el desafío que tiene, prometió duplicar la velocidad de distribución para concluir en junio, pero los cálculos más optimistas indican que se alcanzaría la meta no antes de finales de julio.
Gonzalo Durán, alcalde de Independencia, municipio de cien mil habitantes al norte de Santiago, que, como muchos otros, lleva dos meses entregando ayuda social de emergencia por cuenta propia, dijo a La Jornada que la distribución comprometida por Piñera ha sido extremadamente lenta y a nivel nacional estamos por debajo de 50 mil cajas. En esta alcaldía, transcurrida una semana desde la promesa, el gobierno repartió 2 mil cajas y prometió otras 500 este miércoles, por lo cual a este ritmo nos demoraríamos por lo menos tres meses, detalló.
La cooperación del gobierno, añadió, permitirá llegar a 25 por ciento de la población vulnerable, en el caso de su comuna, unas 30 mil. Es un mecanismo lento y propusimos transferir de manera directa a las familias un aporte que les permita comprar en los comercios locales, estimulando las economías de los territorios, pero el gobierno persiste en la entrega casa por casa, lo que significa que para llegar a la totalidad tendrán que pasar varios meses, lo cual se contrapone al sentido de urgencia de la medida.
Mientras, día y noche en decenas de barrios modestos de Santiago, pese al toque de queda y la presencia de carabineros y de militares, los vecinos salen a protestar por las carencias, levantando barricadas, encendiendo fogatas y también enfrentándose con los uniformados que, de acuerdo con testimonios en redes sociales, se pasean en blindados por algunos sectores y no han dudado en hacer disparos.
Piñera, cada vez más agobiado por la situación, llamó a un gran acuerdo nacional, porque el diálogo y la colaboración son más necesarios que nunca. Mientras más difícil es la situación, más grandes los problemas. Mientras más exigentes los desafíos más diálogo, más acuerdos, más colaboración necesitamos en nuestro país, aseguró.
Pero desde la oposición se observa poca disposición a dialogar y sí un deseo de imponer obsecuencia.
Es una mala manera de aproximarse al diálogo, un acuerdo nacional en una situación compleja implica necesariamente ceder y en general ha habido poca voluntad de ello. En las discusiones que ha habido acerca del ingreso familiar de emergencia o sobre distintas medidas, el gobierno ha tenido poca voluntad de escuchar y eso hace que la oposición tome distancia, comentó la politóloga Gloria de La Fuente, de la Fundación Chile 21.
Pero la gota que parece colmar el vaso la dejó caer ayer el ministro Máñalich, quien durante una visita a un hospital privado afirmó que todos los ejercicios epidemiológicos, las fórmulas de proyección con las que yo me seduje en enero, se han derrumbado como castillo de naipes.
El ministro, hombre duro de trato y polémico en su estilo de gestión pero firmemente apoyado por Piñera, agregó: hay que decirlo con franqueza, navegamos en una suerte de oscuridad en la cual cada día vale: cuántos pacientes nuevos hay, fallecidos, hospitalizados, el número de ventiladores; tenemos que ser obsesivos en enfrentar la realidad.
Máñalich reconoció la compleja condición a la que está sometido todo el aparato sanitario del país: la realidad ha superado cualquier modelo, admitió, y definió el distanciamiento físico como nuestra única esperanza.