Eventos de desprendimiento masivo, como el que formó el Iceberg A-68 en el año 2017, puede desestabilizar las plataformas de hielo y captar la atención del público.
Pero la poca frecuencia de los desprendimientos extremos hace que sea difícil para los científicos predecirlos y comprender si están relacionados con el cambio climático.
Para explorar posibles conexiones entre el cambio climático y la formación de grandes icebergs en la Antártida, se llevó a cabo el primer análisis a largo plazo de los icebergs anuales más grandes del continente.
El estudio reveló que la superficie del iceberg anual más grande disminuyó ligeramente con el tiempo y que, a pesar de la creciente influencia del cambio climático, el riesgo de un evento extremo de desprendimiento no aumentó.
Sin embargo, el número de eventos de parto más pequeños vienen aumentado con el tiempo, según otro trabajo.
Las formaciones de icebergs más comunes y pequeños son la principal fuente de pérdida de masa impulsada por el cambio climático en la Antártida.
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