Los estudios preliminares indican que la causa principal de estas muertes se relaciona con la presencia de dinoflagelados productores de toxinas paralizantes, identificados en muestras de agua de mar recolectadas en la zona. Este tipo de fenómeno, conocido como «marea roja», se ha asociado con la muerte de las ballenas que han alimentándose en áreas donde estas toxinas se concentran.
En la temporada de reproducción de 2024, se ha registrado una llamativa mortandad de ballenas francas en la costa de Península Valdés, con un total de 18 ballenas adultas y 53 ballenatos que han perdido la vida en un periodo de seis meses, entre de junio a octubre de este año. Este fenómeno ha suscitado preocupación entre los científicos y conservacionistas, quienes advierten que estas cifras representan una mortalidad usual pero preocupante.
La mortandad de ballenatos, a menudo referida como mortalidad perinatal, es un aspecto habitual en la vida de la especie, donde siempre existe un porcentaje de crías que nace en condiciones desfavorables. Sin embargo, la cifra de 53 ballenatos muertos en un solo periodo es preocupante, especialmente considerando que en agosto se reportaron 549 ballenas adultas con sus crías en la región, destacando un número significativo de nacimientos.
Las 18 ballenas adultas murieron en un breve lapso de tiempo, de aproximadamente una semana a diez días, lo que eleva la urgencia del asunto y justifica la clasificación de esta situación como una mortalidad inusual.
Mientras aún se investigan las causas exactas y se realizan monitoreos sobre el estado de la población, es fundamental destacar que la naturaleza tiene sus ciclos. A pesar de estas pérdidas, el número de nacimientos reportados sugiere que la población de ballenas francas aún se mantiene, aunque este equilibrio se ve amenazado por factores como el calentamiento global y la proliferación de algas tóxicas.
Los científicos insisten en la necesidad de continuar con el seguimiento de estas mortandades y en la implementación de medidas de conservación adecuadas para mitigar los impactos negativos en el ecosistema marino. La salud de los océanos y sus habitantes es crucial, y la pérdida de especies emblemáticas como la ballena franca es un recordatorio de la fragilidad de nuestro entorno natural.
A medida que avanzamos en la temporada de reproducción, la comunidad científica y los conservacionistas están atentos a la evolución de esta situación, con la esperanza de que esfuerzos conjuntos puedan ayudar a garantizar la protección y recuperación de una de las especies más majestuosas del océano patagonico.