El acuerdo firmado entre Argentina y China que permitió la instalación de la base espacial china en la provincia de Neuquén cada vez más luce como una mera formalidad. Allí se establece que ambos países cooperarán en materia de ciencia, específicamente de astronomía.
También afirma que científicos argentinos pueden acceder y hacer uso de la base. Y que, estudiantes de nuestro país, pueden visitar la base con fines educativos. Hace pocos días, desde la representación diplomática china en nuestro país, reforzaron cada uno de estos argumentos que, de hecho, son con los que siempre defendieron el aporte de la polémica instalación a nuestro país.
Las visitas nunca realizadas
Pero las evidencias marcan que esas visitas, hasta ahora, son parte del relato. Y del misterio que rodea a la base china. El medio El Archivo, en una consulta con fuentes del Ministerio de Educación de la provincia, no lograron poder confirmar que estas visitas han tenido lugar.
En la misma línea se manifestaron otras fuentes del gobierno del Neuquén. También la Universidad Nacional del Comahue, entidad educativa con quien se firmó un convenio para implementar un cronograma de visitas, que no pudo brindar informes sobre visitas realizadas a la base. En síntesis, ninguna de las instituciones que deberían tener conocimiento de estas visitas, por haberlas organizado o al menos validado, poseen registros de esas visitas ni tampoco evidencia de listados de alumnos y profesores que hayan participado.
Como si fuera poco, la supuesta Oficina de Turismo asociada al proyecto de la base china encargada de gestionar estas visitas educativas o turísticas, nunca terminó de constituirse dentro del gobierno provincial.
¿Entonces Estados Unidos tiene razón?
La acusación del embajador Marc Stanley de hace días atrás, en la que abiertamente manifestó que China tiene personal militar en la base que persigue fines militares, cobra entidad ante las nulas evidencias de que la base es utilizada con fines científicos y educativos. Laura Richardson, la encargada militar de Estados Unidos para el Cono Sur, había ido en la misma línea meses atrás. La general Richardson ya había alertado de que el acceso está cerrado a ciudadanos argentinos, salvo visitas planificadas que no suceden. Y también había remarcado el hecho de que sea manejado por una empresa estatal que depende de autoridades militares.
Más allá de las declaraciones de funcionarios estadounidenses, expertos del área de seguridad y comunicación argumentan que la tecnología con la que cuenta la estación tiene muchos usos estratégicos, que exceden ampliamente los científicos. En este marco, suena lógico que las visitas que se había prometido jamás hayan tenido lugar.
Frank A. Rose, quien fue subsecretario de Estado para el control de armas durante el gobierno de Barack Obama (2009-2017), resaltó la capacidad adquirida por China en desarrollar tecnología sofisticada para interferir, alterar y destruir satélites. Otros, como Dean Cheng, quien trabajó como investigador en el Congreso estadounidense y ahora estudia la política de seguridad nacional de China, aseguran que las antenas y otros equipos que se utilizan de respaldo en misiones espaciales, similares a las que tienen los chinos en la Patagonia, posiblemente aumenten la capacidad de China para recabar información. “Una antena gigante es como una enorme aspiradora, succiona señales, información, todo tipo de cosas”, destacó.
China, sin respuestas
Al momento, China no ha dado una sola señal clara de que la base tiene fines meramente científicos y educativos. Lo cual, inevitablemente, hace pensar en si realmente los tiene. ¿Por qué no hay registros de visitas educativas? No solamente serían una confirmación de los fines pacíficos de la base, sino que además desacreditaron las versiones de Estados Unidos y echarían por tierra cualquier sospecha. Para China no hay acción más fácil de emprender en estos momentos que mostrar un listado de visitantes, o bien organizar una visita. Con eso atentaría fuertemente contras las especulaciones. El silencio, como suele suceder, otorga.
Queda claro, entonces, que lo que diga el convenio es una mera formalidad. No alcanza con la letra firmada, ni aun cuando ésta haya sido ratificada por los gobiernos. La que manda es la realidad. Y todo lo que conocemos hasta ahora de la base china es misterioso, oscuro. Como suele pasar con los acuerdos y convenios que firma China. Todos contienen cláusulas secretas y condiciones perjudiciales para su contraparte.
Los mensajes vía X de la Embajada no logran aportar luz al respecto. Por el contrario, sin pruebas concretas, solo lucen como argumentos de circunstancia. Los argumentos oficiales de China sobre la cuestión son débiles. Sobre todo, sorprende que una potencia de semejante calibre no salga al cruce de una mentira, si efectivamente lo es. ¿Por qué lo hace? No lo sabemos, pero probablemente la respuesta sea que no tienen evidencias concretas para demostrar que las acusaciones son erróneas. Mientras tanto, cada vez queda menos margen para pensar en que la base es inofensiva para los intereses de seguridad de nuestro país.