Las fuerzas combinadas del Ejército de la Federación Rusa y las milicias locales de Donetsk y Lugansk siguen ganando territorio en el este ucraniano, mientras se incrementa la tensión con un país miembro de la OTAN como Lituania que bloquea el transporte con la región de Kaliningrado.
Rusia ganó este martes más terreno en el este de Ucrania, donde la ofensiva está ocasionando una «destrucción catastrófica» según las autoridades de Kiev, y al mismo tiempo abrió un nuevo foco de conflicto con Occidente al amenazar con «graves» consecuencias para Lituania, miembro de la Unión Europea (UE) y la OTAN, por imponer restricciones al tránsito ferroviario de mercancías hacia su enclave noreuropeo de Kaliningrado.
Tras dejar de lado el intento de avanzar sobre Kiev y otras regiones del norte ucraniano, desde fines de marzo los soldados del Kremlin concentran sus operaciones en la región del Donbass, conformada por las provincias de Lugansk y Donetsk y controlada parcialmente por milicias locales rusoparlantes desde 2014.
Ucrania admitió este martes que la ofensiva rusa en el este del país sigue avanzando mientras causa “destrucciones catastróficas”, por lo que en cuestión de días las fuerzas de la Federación junto a las milicias locales podrían tener el control completo del Donbass, en tanto se conoció una estimación oficial según la cual al menos 30% de la infraestructura resultó dañada o destruida en lo que va de la guerra.
De acuerdo con el cálculo, hecho por el ministro de Infraestructura, Oleksandr Kurbakov, citado por la agencia de noticias ucraniana Ukrinform, las pérdidas originadas por las hostilidades superan los 100.000 millones de dólares y la recuperación de todo lo destruido hasta el presente llevará como mínimo dos años.
«Casi todos los componentes de nuestra infraestructura de transporte se han visto afectados de una forma u otra», admitió el funcionario.
Kurbakov señaló también que más de 300 puentes en rutas nacionales fueron destruidos o dañados, más de 8.000 kilómetros de rutas necesitan reparación y decenas de puentes ferroviarios fueron volados.
Pero la de Kurbakov no fue la única voz oficial ucraniana en admitir el avance de las fuerzas prorrusas.
El gobernador de la región de Lugansk, Serguei Gaidai, dijo que el Ejército ruso está provocando una «destrucción catastrófica» en Lisichansk, la localidad vecina de Severodonetsk y epicentro de los actuales combates.
De hecho, «todas las ciudades y pueblos» en manos ucranianas en la región de Lugansk están «bajo fuego casi ininterrumpido» de las tropas invasoras, agregó y confirmó que el pueblo de Toshkivka, en primera línea de combate, ya está bajo control de Moscú.
Hay «combates en la zona industrial de Severodonetsk y una destrucción catastrófica en Lisichansk», informó Gaidai en un mensaje en la red social Telegram, en el que afirmó que «las últimas 24 horas fueron difíciles» para las fuerzas ucranianas.
En esa zona industrial está la planta química de Azov, donde se cree que se refugian unos 500 civiles y que se halla bajo bombardeo constante, de acuerdo a las autoridades ucranianas.
«Los rusos quieren conquistar totalmente la región de Lugansk» para el 26 de junio, dijo el gobernador Gaidai que aseguró que no lo lograrán, recogió la agencia de noticias AFP.
En paralelo, el Kremlin advirtió que las restricciones al tráfico ferroviario hacia el enclave de Kaliningrado impuestas por Lituania acarrearían «serias» consecuencias.
El país báltico alega que se limita a cumplir las sanciones impuestas por la UE contra Moscú a causa de la intervención militar en Ucrania, pero Rusia denuncia una «escalada».
«Rusia, por supuesto, reaccionará a esos actos hostiles», dijo el jefe del Consejo de Seguridad ruso, Nikolai Patrushev, en una reunión de seguridad regional en Kaliningrado, una región rusa fronteriza con Lituania y Polonia, a orillas del mar Báltico.
Por su parte, Estados Unidos reaccionó a las amenazas rusas: «Apoyamos a nuestros aliados de la OTAN y apoyamos a Lituania», dijo a periodistas el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price.
Estas tensiones con Lituania, así como la llegada de sofisticado armamento alemán para Ucrania y la probable inminente autorización para que Kiev presente su candidatura de adhesión a la UE amenazan con agudizar aún más la crispación entre Rusia y las potencias occidentales.
En ese marco, el ministro de Economía alemán, Robert Habeck, manifestó que los recientes recortes en las entregas de gas ruso a países europeos constituyen un «ataque» que busca «sembrar el caos en el mercado europeo de la Energía».
Si bien los combates se concentran principalmente en el este de Ucrania, los bombardeos se extienden a otras partes del territorio.
Ucrania aseguró que había atacado plataformas petroleras en el Mar Negro utilizadas como «instalaciones» militares por los rusos.
El Kremlin indicó por su lado que había repelido un intento ucraniano de retomar la Isla de las Serpientes, un pequeño territorio en el mar Negro conquistado por las fuerzas rusas el 24 de febrero.
En la región de Jarkov, en el este, al menos 15 personas murieron el martes, entre ellas un niño de ocho años, por los bombardeos, indicó su gobernador.
En Kiev, en tanto, avanza la creación de un grupo impulsado por Estados Unidos para identificar, detener y enjuiciar a las personas involucradas en crímenes de guerra en Ucrania.
El fiscal general estadounidense, Merrick Garland, viajó a la capital ucraniana para mostrar su «solidaridad con el pueblo de Ucrania frente a la continua agresión y asalto de Rusia a la soberanía e integridad territorial».
“No hay escondite para los criminales de guerra. Estados Unidos buscará todas las vías de rendición de cuentas para aquellos que cometen crímenes de guerra y otras atrocidades en Ucrania”, dijo el fiscal y anunció el lanzamiento de un Equipo de Responsabilidad de Crímenes de Guerra para centralizar el trabajo que ya viene haciendo el Departamento de Justicia.
Al menos dos estadounidenses fueron detenidos por fuerzas prorrusas cuando combatían junto al ejército ucraniano y cometieron «crímenes» por lo que deberán «rendir cuentas», declaró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, en una entrevista al canal NBC News.
Telam