A 1.200 kilómetros de Buenos Aires, Playas Doradas es uno de los destinos más buscados de la costa patagónica. Arenas claras, con las aguas más templadas de la región, variedad de frutos de mar y playas anchísimas, ofrece paz, relax y naturaleza no solamente en verano.
Por Gustavo Espeche Ortiz
Playas Doradas es el balneario emergente de mayor pujanza en los últimos años en Río Negro, que con su propuesta de naturaleza y relax busca integrar un corredor turístico con destinos consolidados como Puerto Madryn y Las Grutas, con el impulso que prometen un parque nacional sobre su límite norte y la futura planta de hidrógeno verde al sur.
La villa dista unos 25 kilómetros de la Ruta Nacional 3 y Sierra Grande -municipio al que pertenece- es por la ruta provincial 5, en parte aún de ripio, que culmina en la costanera frente a la amplia franja de playa que se extiende desde el puerto de Punta Colorada hasta la desembocadura del arroyo Salado.
La playa, con una extensión total de 13 kilómetros, continúa tras ese curso de agua que marca el límite con el recientemente creado Parque Nacional Islote Lobos, hasta perderse de la vista junto a Punta Sierra y los primeros promontorios marinos que dan el nombre a la reserva.
El casco urbano, mayormente volcado sobre la avenida costanera, incluye las viviendas de los aproximadamente 350 habitantes estables, además de varios mercados y otros comercios, como bares y restoranes que ofrecen la especialidad del pulpito patagónico, entre otros platos locales y tradicionales.
La pujanza se observa en la gran cantidad de sitios de hospedaje en construcción, además de los complejos de departamentos y cabañas para alquiler que suman unas 2.000 camas turísticas, entre ellos la Posada de la Luna, el primer edificio de este tipo del lugar, que se destaca en un promontorio sobre la playa con su diseño en forma de barco.
Nacida como Balneario El Salado, en 1986 fue rebautizada como Playas Doradas, un nombre que puede parecer presuntuoso pese a sus arenas claras y limpias, barridas por el viento patagónico, pero que se entiende cuando el sol cae sobre la estepa y genera brillos y tonalidades cambiantes en la playa húmeda, entre los que prevalece el dorado.
La nueva tendencia turística generada por la pandemia de coronavirus, con eje en la naturaleza y espacios abiertos de aire puro, benefició a este destino con una gran afluencia de visitantes desde la reapertura de la actividad, atraídos por el sol, la playa y la tranquilidad de la apacible villa. Esa demanda movilizó la economía y llevó a duplicar su capacidad de hospedaje en un año -en la temporada anterior eran unas 1.000- que estuvo colmada durante casi toda la temporada estival y mantiene buen promedio en el inicio de la época fría, con perspectivas de lleno total en Semana Santa.
Respecto de las propuestas que exceden lo veraniego, el intendente de Sierra Grande, Renzo Tamburrini, dijo a que Télam que este municipio es «el único lugar que en lo turístico une la costa con sierras de altura, donde se pueden practicar deportes como rappel, tirolesa, escalada deportiva y boulder (escalar rocas)».
«Hay un desarrollo de paredes que ya están incluidas en el vademécum de paredes nacional para realizar la escalada, que lo desarrollamos nosotros», contó, y comentó que al estar «toda la potencialidad muy incipiente, ya he atendido a tres operadoras que empezaron a evaluar la posibilidad de inversión».
Sobre Playas Doradas, Tamburrini explicó que antes, «fuera de la estación veraniega no podíamos competir porque el gas era muy caro, pero se hizo la planta de represurización y el anillado general y muchas cuadras que ya se empiezan a ramificar para darle acceso a los vecinos y los complejos turísticos».
También mencionó «la obra de cloacas, que fue inaugurada en diciembre del año pasado, y el acceso (Ruta 5) que fue hecho y financiado por Vialidad Nacional, que falta muy poco para terminar».
El secretario de Turismo de Sierra Grande, José María Clemant, quien asumió recientemente, dijo a esta agencia que «este es un lugar muy chico, con una playa muy extensa», con dos de sus 13 kilómetros habilitados para bañistas, con servicios de guardavidas, y el resto ideal para caminatas y otras actividades.
Sobre el perfil de los turistas, detalló que «desde mediados de diciembre y todo enero llega un turismo más joven, y hace muy poquito empezó a haber actividades nocturnas para los chicos, pero usualmente es un turismo de gente más grande, que viene más a descansar, a compartir caminatas, todo lo contrario a lo que se puede ver en Las Grutas».
«En esta temporada de verano, que fue muy particular con récord de visitantes, la mayor cantidad vino de la provincia de Buenos Aires y del sur, como Comodoro Rivadavia, Trelew, Esquel, Tierra del Fuego», precisó, y destacó que «es una de las playas patagónicas con aguas mucho más cálidas que lo que están acostumbrados».
Fuente: TELAM