Por Ignacio Fidanza: Cristina echó a rodar la idea de un acuerdo, indispensable para salir del fracaso argentino. El problema de los ex presidentes y las políticas de Estado.
La idea circula por la política y algunos actores con experiencia intuyeron sus posibilidades. Cristina lanzó la propuesta de un acuerdo nacional para resolver el problema del dólar. Carrió pidió votar al procurador que propuso el Gobierno. Pichetto rescató la idea y observó una «evolución» de la ex presidenta.
El fracaso de la Argentina es una vergüenza, décadas de decadencia de un país que fue mucho más de lo que es. Superado por vecinos menos aventajados. La idea de tocar fondo tiene un problema obvio: es más la irrupción de un límite interno al impulso destructivo, que un elemento de la realidad. ¿Cuándo y porqué los países que enfrentan desafíos vitales deciden resolverlos? ¿Qué hecho de una larga espiral de decadencia fue el último aceptado, el que disparó el cambio?
Cristina parece haber intuido en el horizonte un crack. En el Gobierno leyeron su carta como un intento de despegarse de un fracaso posible. Es una mirada válida. Pero la idea del acuerdo tiene valor per se y más importante, circula.
Alberto, Larreta, Massa, Monzó y otros actores de un centro imaginado, creen que la política argentina tiene que resolver la situación de sus ex presidentes. Parecen haber llegado a la conclusión que la mejor manera de superar la impronta de Cristina y Macri es encontrarle una salida a sus problemas judiciales. Alberto se lo dijo a Macri la última vez que hablaron: «Yo no voy a hacer con vos lo que le hiciste a Cristina».
Cristina parece haber intuido en el horizonte un crack. En el Gobierno leyeron su carta como un intento de despegarse de un fracaso posible. Es una mirada válida. Pero la idea del acuerdo tiene valor per se y más importante, circula.
Macri y Cristina, como era previsible, eludieron a estos amables componedores y habilitaron gente de confianza propia para que tanteen los contornos de un entendimiento posible. Lo negaron y lo van a negar. No importa.
Lo interesante es que crece la conciencia en algunos actores de la política que el ciclo de persecución y venganza, de la utilización de la justicia para demoler o disciplinar al otro, en el mediano plazo crea más problemas que soluciones. Se sabe que somos expertos en repetir errores, pero en el país de la grieta hay un dato nuevo para el que quiera ver.
Se cruzan con este tema delicado, otros menos volátiles pero acaso más complejos, como la estabilización sostenida de la macroeconomía, una definición sobre la relación con el capitalismo, con el libre mercado, con Estados Unidos, con Brasil, por empezar. De eso, habla Roberto Lavagna cuando valora la carta de la ex presidenta.
De ahí que todo lo que circula sobre el acuerdo político sea tan confuso, que Cristina proponga un consenso para contener al dólar y le contesten que busca impunidad o se cruce la discusión sobre el Procurador.
Por eso, acaso sean necesarias dos mesas para conseguir un acuerdo. En el proceso de desarme de ETA, tantas veces intentado y tantas veces fracasado, se empezó a encontrar la salida, cuando dirigentes de partidos del País Vasco decidieron discutir un acuerdo político, por fuera de la discusión de ETA y el Estado español. Ese diálogo histórico entre el socialista Jesús Eguiguren y el líder de Herri Batasuna, Arnaldo Otegui, en una casita perdida en las montañas de Txillare, sentaron las bases para un clima de acuerdo y confianza que permitió el diálogo entre ETA y el Estado español.
Los partidos de la Argentina están devaluados, pero como le pasa al país, sólo hace falta ponerlos en forma para que vuelvan a ser sexys. Son el instrumento básico de un sistema democrático ¿Por qué privarse de utilizarlos? Las negociaciones que involucran al Ejecutivo, implican una serie de condicionamientos y cuidados que los partidos pueden sortear. Con su carta, Cristina marcó una distancia con el Gobierno que acaso lejos de ser un problema puede ser parte de la solución, incluso para el Gobierno.
Fuente: La Política Online